El 13 de diciembre de 2021 hice la primera presentación de mi recién publicada novela «Historia de un cuento» en la Asociación cultural Barrio de San Marcelino, de Valencia.
Fue un acto muy emotivo para mí y creo que también para los que vinieron. Para mi sorpresa, se presentaron más de treinta personas.
Mi amigo y escritor, Ramón de Aguilar, hizo la introducción y agradeció a Luz, la coordinadora de la asociación, habernos dejado el local para la realización del evento.
Yo inicié la presentación leyendo la sinopsis de mi novela y un extracto muy poético de uno de los capítulos del libro. Después, dejé que la gente me preguntara.
Me sentí muy cómodo mientras unos y otros trataban de satisfacer su curiosidad sobre algunos aspectos de la novela. Notaba cómo, poco a poco, se iba estableciendo una entrañable comunicación entre nosotros. Mi discurso se transformó en un dialogo entre muchos, en el que todos querían participar efusivamente. Las personas que habían leído la novela preguntaban el porqué de algún detalle o describían cómo se habían sentido al leerla. Un hombre llegó a alabarme de tal manera que me emocionó casi hasta la lágrima: “Te conozco de tan solo unos minutos, así que no me une ningún tipo de amistad contigo. He leído tu novela, porque se la robé a mi mujer, y desde que inicié su lectura no he podido dejarla. Lo que me has hecho sentir no tiene nombre, y solo algunas personas, muy pocas, entre amigos o familiares, me han impresionado de la misma manera. Te lo agradezco mucho.”
Fue muy agradable la sensación de estar arropado por parte de mi familia (mi hermano Arturo y su pareja María, mi sobrina Miriam y su marido Jesús), y por la presencia de algunos amigos especiales que te hacen la vida mejor; amigos como Ramón, Merche, Teresa y Azucena; y la de los participantes del taller de escritura que yo estaba impartiendo por aquel entonces en la asociación: Lucía, Mari Luz, Ángela, Xelo, Inmaculada, Esperanza, Marita, Encarna, Carmen.
Finalmente, leí una especie de carta, en forma de un pequeño relato que le había escrito a mi hija ese año, como regalo al cumplir los veinte años. Me apetecía terminar el acto, con una nota emotiva a alguien a quien quiero con locura y que desgraciadamente no había podido venir.